En un programa cuyo nombre no diré, pero que sale en un canal de televisión, había una discusión acerca de una promesa de compraventa que nunca se cumplió, con acusaciones de arriendo no pagado, de subidas de precios intempestivas, y todo lo propio que suele surgir en la disputa de esta clase de contratos.
En medio de la discusión, cuando el animador pide los documentos, señala que uno de ellos (más específicamente el contrato de arriendo) era un «contrato de librería». Y uno, como abogado, queda con la duda. Y ahí explicó por qué lo llamaba así. Leer Más