ideología de género, feminismo, masculinismo, heteronormatividad, LGBT
(CC) HazteOir.org

La semana pasada (y esta también, ver Postdata) el tema del género, el sexo y la identidad sexual han estado muy presentes en Chile. Primero, fue la circulación del famoso “Bus de la Libertad”, a cargo de organizaciones contrarias a que se reconozca la diversidad sexual a nivel infantil (o más bien, defensoras de poder educar a sus hijos en la heterosexualidad radical), que llevó a una feroz oposición de los defensores de las minorías sexuales. Luego, fue el fallo de la Corte Suprema en el caso de Nabila Rifo, en que si bien se mantuvo la condena al autor de los hechos, se recalificó el delito y en definitiva se rebajaron 8 años de la condena, quedando en 18 años efectivos.

Esto me ha llevado un poco a reflexionar sobre el tema de la ideología al nivel de la sexualidad, y cómo este fenómeno, en lo micro y lo macro, genera opinión, convicción y acción en las personas, es decir, crea ideología. Va a ser algo de mera inspiración, no quiero hacer algo demasiado sesudo.

Mi tesis es ésta: no hay una sola ideología de género, sino que cada persona tiene su propia ideología respecto a la sexualidad como fenómeno humano y social, y que cada tendencia respecto de ella, sostenida por un grupo importante de personas, con capacidad de influir en lo social y lo político, conforma una «ideología del género» (o del sexo, si prefieren).

Qué es la ideología

No pienso aquí hacer un estudio largo y sesudo de la misma. Yo hace un tiempo hice una tarea en que, analizando lo que dijo Marx en La Ideología Alemana, llegué a la conclusión de que la ideología podía concebirse como una “conciencia condicionada”, o al menos una condicionamiento de la conciencia[1].

Destutt de Tracy, creador del concepto ideología
Destutt de Tracy, inventor del concepto de «ideología»

Veamos. La persona humana desarrolla su conciencia ante el mundo, con la base natural con la que viene al mundo, pero también con aquello que percibe en su vida. Las enseñanzas recibidas, las situaciones vividas, ello determina su opinión frente al mundo, y con ello sus convicciones. Todo ello, en base a la búsqueda del bien, sea propio o ajeno. Uno tendrá una opinión favorable o no respecto de algo dependiendo de su relación con ello, construida con esos elementos, unido también a la necesaria reflexión sobre los mismos que lleva a la convicción, que es la respuesta a esa situación.

De este modo es que nace la “ideología” en cuando parte intelectual y/o moral de la cosmovisión de cada persona. Y es esta ideología la que da forma a la opinión y guía la relación del ser humano con otros. Entonces, cada persona tiene su ideología personal, esto es, su concepción de mundo, de las cosas, de la moral tanto interna como externa. Cada acto, cada pensamiento, es una expresión de esa ideología personal, y busca ordenar su vida e interactuar con otros en base a esa ideología personal.

Pero, como en este mundo uno no es ninguno, tiende a juntarse con aquellos que son más afines a su idea. Cuando esa reunión se hace de manera consciente, con miras a hacer algo en la sociedad, es lo que conforma la ideología en cuanto construcción social. Nace así, por lanzar nombres, el liberalismo, el socialismo, el ambientalismo, el mercantilismo, la gran mayoría de los «ismos». Pero en realidad, cada relación social con un elemento natural o artificial elaborada de manera intelectual y consciente puede definirse, si no como una ideología en sí, al menos como una parte de una ideología más general.

Hasta aquí vamos bien. El problema es que cada persona es única, y como dijimos la tendencia es a unirse a los que son más o menos afines. Y ocurre que no todos somos afines totalmente, a veces ni siquiera parcialmente, por no decir que habrá casos en que exista oposición entre una y otra idea o pensamiento. La ideología, entonces, será causal de conflicto. Y en un sistema de democracia más o menos sana, esta divergencia se resuelve por medios pacíficos, respetando los espacios propios, acordando un mínimo consensual para compartir, resolviendo por mayoría o por acuerdos el camino a seguir por las instituciones desde la familia hasta el Estado, pero en general con la idea de causar la menor molestia posible a los divergentes.

Pero sucede que a veces la ideología es más fuerte, tanto que se antepone a la necesidad de paz. Y esto es un riesgo, porque la solución no viene por la búsqueda de equilibrios o mecanismos de calma, sino por la destrucción de la divergencia. Y eso es un riesgo, sobre todo cuando lo que está en juego es la misma subsistencia de la especie humana.

Y en este sentido, dentro de cada ideología existen las posiciones extremas y las moderadas, y cada una tiene su función. Los exaltados, los «gritones», son los que ponen el tema en la palestra, salen a la calle, dicen todo sin tapujos, para que se oiga, vea y entienda, cosa que el moderado, por querer vivir más tranquilo, no lo hace. Pero una vez hecho esto, el camino de la transformación que buscan los adscritos a la ideología pertinente debe ser conducido por los moderados, quienes deben conducir el proceso y cuidar que no se pierda el norte, cosa que suele sucederle a los líderes más extremistas.

Sexualidad e ideología

Siendo la sexualidad un elemento de la naturaleza humana, y teniendo incidencia en la misma existencia (no por nada de ella depende, hasta ahora, la perpetuación de la especie), no podía estar sino sujeta a los vaivenes de la disputa entre ideologías, y así la sexualidad ha generado posiciones que de cuando en cuando provocan conflictos. Por otro lado, la sola existencia de dos términos para la misma realidad, “sexo” y “género”, generan diversas reacciones que responden, justamente, a una concepción ideológica acerca de la sexualidad.

En este sentido, la llamada “ideología de género” no es sino una de tantas ideologías o construcciones ideológicas relativas a la identidad sexual y la relación humana existente por causa u ocasión de ella. Quizás la ideología más conocida sobre el tema (o en su caso, una verdadera “meta-ideología” o complejo ideológico) es el feminismo, que nació en los movimientos que procuraban protección e igualdad hacia la mujer ante su histórica desventaja. De estas campañas surgió una construcción teórica que definió el pensamiento de muchos respecto a la relación entre hombres (varones) y mujeres. Esta construcción, per se, no fue única ni unánime, y el feminismo tuvo varias ramas, algunas relacionadas con ideologías ya existentes (liberalismo, marxismo, socialcristianismo, etc.), pero en general, su foco es mejorar la situación de la mujer en todo ámbito de cosas.

Asimismo, en el lado masculino, también surgieron ideologías respecto a la sexualidad y la relación intersexual, que en los últimos años han venido a erigirse como una visión paralela al feminismo, a veces queriendo complementar  Es lo que se ha llamado masculinismo o movimiento de derechos de los hombres, que también es muy variado y va desde los «varones feministas» hasta posiciones derechamente supremacistas. En general, igual que en el feminismo, el masculinismo busca reivindicar al sexo masculino como sujeto de derechos, sea porque no se siente visibilizado en la llamada «perspectiva de género», sea porque resiente la protección dada hacia la mujer en desmedro de ellos.

Por otro lado, apelando a aquellos sujetos que no respondían a la relación tradicional entre sexos (que apelaba al fin reproductivo natural de ella, y que se traducía básicamente en limitar a la relación entre un hombre y una mujer) también salieron a alzar la voz, para terminar con la discriminación, y a veces persecución, que sufren en su contra. La sigla LGBT los agrupa, e igual que los anteriores, son un continuo de identidades sexuales divergentes a la heterosexualidad, desde quienes se sienten parte de un sexo pero su atracción es hacia personas del mismo (en forma alternada o conjunta con los del otro sexo: bisexuales; en forma exclusiva: gays y lesbianas, en general los homosexuales) hasta quienes sienten que el sexo de su cuerpo no es el mismo de su mente (transexuales).

Y por supuesto, existe la reacción de aquellos que se oponen a la liberalización del espectro sexual y de género. Los desarrollaré más adelante.

Entonces ¿de qué ideología de género hablamos?

Podriamos decir que tanto en el caso de los buses de la discordia como el de Nabila Rifo hay un cruce de diferentes ideologías respecto al género o la identidad sexual.

discordia cristianos lgbt

En el primero de los casos, los organizadores de la marcha del bus tienen su ideología de género propia, basada en una concepción tradicional de la sexualidad como un acto intrínsecamente reproductivo, que no puede desviarse de ese fin, y para el cual el varón y la mujer han sido dotados, naturalmente, de un cuerpo y órganos cuyas funciones responden a eso, y que es eso lo que debe enseñarse, considerando cualquier alternativa como una desviación. En tanto, los detractores  se oponen a esta idea, basados en la concepción liberal de que el cuerpo humano es propio y que, salvo la regla del no dañar a otro, no hay una obligación de seguir el camino reproductivo al vivir la sexualidad, sino que debe ser una elección personal basada en la propia convicción y experiencia. En estricto rigor, lo que en los últimos días se ha llamado “ideología de género” es el conjunto de ideologías que divergen o se oponen a la heteronormatividad basada en la «normalidad biológica» que relaciona sexo con reproducción.

En el segundo de los casos, la disputa ideológica es menos evidente, habida cuenta que antes que la sexualidad de la víctima o el victimario estuvieron cuestiones más urgentes como la vida e integridad física de una persona y el derecho al debido proceso y las garantías penales. Pero la reacción a esa sentencia deja ver el lado ideológico del sexo/género, al concurrir convicciones basadas en las relaciones históricas entre varones y mujeres y cómo la sociedad, de manera formal o informal, ha consolidado esas figuras. Así, se considera que no es la violencia un producto de la discriminación a la mujer, sino que al revés, es la violencia masculina (aprovechando una ventaja biológico-cultural) la que sometió a la mujer y con ello creó el «patriarcado». Porque en el caso particular las preguntas surgen solas ¿Qué hubiera pasado si Nabila fuera hombre? ¿Y si el caso fuera al revés, Nabila cegando al sr. Ortega, la reacción de la justicia habría sido la misma? ¿La decisión de la Suprema es algo aislado o es el preludio del retroceso en las políticas de igualdad o pro-mujer? ¿El sexo de los jueces importa? y un largo etcétera.

Opinión personal y conclusión

Muchos se preguntarán a estas alturas cuál es mi ideología personal del género. Como lo he dicho en muchas partes, me inclino por un masculinismo moderado de corte liberal.

igualdadPrimero, soy masculinista porque no creo que el sexo o género masculino deba cargar con el sambenito de ser el «sexo malo» en el conflicto entre varones y mujeres. Siento que predomina en los círculos feministas más duros la idea del género como una lucha de clases, en que el varón es un enemigo de la mujer. Hasta ahora, los estudios de género, la llamada «perspectiva de género», y las normas que buscan la igualdad entre ellos se hallan dominadas por la visión femenina, no habiendo acogido la «voz masculina» como parte de ella. La cosa es que los varones no somos un «default», un sexo/género por defecto, sino un género con identidad propia, que también tiene su perspectiva propia, y que merece ser atendida no sólo por las mujeres, sino también por nosotros mismos. Cosas como el cuidado personal, la relación directa y regular, el acoso sexual, la violencia doméstica, no pueden ser mirados sólo en beneficio del sexo femenino, porque hay varones que los sufren también, aunque sean pocos.

Segundo, mi masculinismo es (o busca ser) moderado, ya que aún cuando estoy por frenar el revanchismo, entiendo que todavía existen ciertos lastres culturales, sociales e incluso institucionales, sobre el sexo femenino, que si no son solucionados ahora las consecuencias las pagarán los varones de mañana. Aunque sea por pura conveniencia, tengo una frase: para combatir el hembrismo, primero hay que combatir el machismo. Y es cierto: mientras menos se avance en el tema de la igualdad de sexos y en la promoción de derechos de la mujer, más posibilidades hay de que las posiciones extremistas del feminismo le ganen la pulseada a las más moderadas. Los varones no debemos pagar la culpa de los errores del pasado, sino hacernos responsables del problema del presente. Hay un desequilibrio, sí, pero no somos los hombres un «grupo privilegiado» que quiere seguir tiranizando. Tenemos como género nuestros pecados, pero pediría a las mujeres mirarse ellas también.

Tercero, simpatizo con una visión liberal de la sexualidad. Y digo «simpatizo» en el sentido de no adscribir totalmente ni a la tesis libertaria ni a la heteronormativa, sino que aun inclinado levemente a la primera entiendo a los que sostienen que la naturaleza determina la identidad sexual.  Yo creo que la sexualidad puede vivirse libremente pero con discreción, siempre dentro de márgenes mínimos de respeto a las personas y no buscando un escenario de revolución «con retroexcavadora» sino más bien de reforma, «con cincel y martillo». Y respecto de la relación sexo-reproducción, si bien tienen razón los heteronormativistas en lo teórico, deberían reflexionar con esto: ya somos 7 mil millones, y prontito seremos 8 mil millones…

No creo en la idea de satanizar al otro por tener una opinión divergente a la mía. No me gustó que un bus circulara provocando a partidarios y detractores, porque aunque fuera plausible su mensaje, sabían lo que estaban haciendo. Pero tampoco me gusta que los dirigentes de la diversidad sexual caigan en el mismo juego que cayeron sus detractores, que es el viejo «el que no está conmigo está contra mí», que es cuando los exaltados quieren tomar el rol que les corresponde a los moderados. Recuerden: el que sataniza a uno, implícitamente autoriza a que el otro responda igual.

La democracia sexual no se ejerce sólo en la cama o en la casa, es una necesidad de vivirla en todas partes. Mujeres y hombres, heteros y LGBTs, estamos inmersos en este debate. Y no es fácil, porque el moderado puede conceder cosas que el exaltado considera sagradas, pero éste puede perder el hilo y llevarnos a todos, moderados y radicales, a un camino desordenado y tortuoso.

Postdata: 18 de julio en la noche

A esta hora, en medio de la noche, se escribe otro capítulo más en la guerra de las «ideologías de género» a propósito de la despenalización del aborto. Son tres causales, bastante limitadas, y aun así el tema es candente. Personalmente, estoy de acuerdo con la causal de peligro para la madre, que no es un aborto propiamente tal pero que debería quedar explícito para mayor seguridad juridica. Me complica un poco más la causal de malformación inviable, aunque pudiera hallar alguna justificación en evitar el sufrimiento de ese ser. Y me complica más la de violación, porque aún en esos casos el ser engendrado poca culpa tiene, procuraría más castigar al violador por su delito y hacerlo responsable por la vida que generó.

Es un tema de género, cómo no, si hablamos de que la mujer es quien se embaraza. Pero también los varones deberíamos participar, pero no como censores, sino como corresponsables de la decisión de la mujer.

 

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[1] http://www.monografias.com/docs110/conciencia-condicionada-como-nocion-ideologia-a-la-ideologia-alemanaa/conciencia-condicionada-como-nocion-ideologia-a-la-ideologia-alemanaa.shtml

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